A pesar de la baja rentibilidad y crisis generalizada en el sector, la minería en Andalucía aún tiene cierta importancia. Si se compara el valor de las extracción con el resto de España, se puede constatar que, en cuanto a las extracciones metálicas, Andalucía aporta el 59% del valor total nacional, destacando especialmente las piritas y el hierro. Para los metales preciosos (oro y plata) el porcentaje aumenta hasta el 98%, mientras que las extracciones de estroncio suponen el 100%, las de atapulgita el 84% y la bentonita volcánica el 77%. El valor del mármol, los yesos, la sal marina, las dolomías y la barita, también tienen una importancia relativa con respecto al total nacional, del que participa en más de un 20%.
Por otra parte la intensividad de los trabajos en las minas ha originado diversos problemas ecológicos en épocas recientes, desde las protestas por las teleras a finales del siglo XIX hasta el Desastre de Aznalcóllar en 1998, cuando una riada de lodos tóxicos provenientes de una mina de la empresa Boliden-Apirsa en la provincia de Sevilla afectó al río Guadiamar y parte de las aguas del Parque de Doñana.[1]
Evolución histórica
Malacate en Nerva, (Huelva).
El origen de la civilización en Andalucía esta ligado a su riqueza minera y a su explotación y comercio por las regiones del levante mediterráneo. De esta forma, las civilizaciones de Los Millares o la de Tartessos se convirtieron en polos de atracción de los pueblos mediterráneos, y quedará constancia de Andalucía en las fuentes escritas por su inagotable riqueza minera (amén de la agrícola).
Por lo tanto, la minería en Andalucía siempre ha estado ligada a su comercio y no es hasta el siglo XIX, en el que debido a la revolución industrial desarrollada en otros países europeos, actuará como elemento motor de las economías de estos países y el comercio de materias primas.
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